Eterno sentimiento escondido
bajo la aparente fortaleza indestructible al dolor.Sumiso corazón ilusionado,
bajo un disfraz de deshecha valentía al encontrarse con su mirada.
Inmutable
necesidad de la cercanía de su voz, que le ahoga en un mar de dudas.
Incertidumbre por la posibilidad de perder el calor de su amistad
desinteresada.
Siempre
fiel a la espera. Deseando atrapar aquella vida anhelada que había visto crecer
junto a él y a la que tanto admiraba. Deseando colgar su lamento en el perchero
del olvido y abrigarse de la esperanza de su permanente compañía.
Y en lo que dura un suspiro,
se apagan las luces y se esfuma. Sus recuerdos hablan del vacío irremplazable
de sus huellas lejanas, ahora recorriendo otro camino y dejando su impronta
sobre otra piel desnuda. Siempre presente en sus silencios, siempre oculta bajo
sus palabras. Siempre fiel a la espera.
Y en la distancia de la
frialdad, se inundó de soledad bajo el amparo de refugios accesibles y más
seguros, con los que se cobijó de la tormenta de una elección equivocada.
Elección involuntaria pero tan irremediable. El lenguaje del amor.
Construyendo un caparazón
que era difícil de romper. Cerrado a experimentar nuevas emociones en las que
ella nunca participaría. Siempre sería cosa de uno.
Pero
¿y si por una vez alguien le daba la oportunidad de sentir sin trazar líneas de
desolación en su rostro? Mirar a un nuevo horizonte, para volver a ver amanecer
sin tapar el sol; dejándolo elevarse lentamente hasta volver a apreciar su
brillo de nuevo.
Pero
¿y si de pronto ella regresara y se fijara en él? ¿Olvidaría aquella nueva luz
y volvería a posar sus ojos sobre el pasado, siempre fiel a la espera?
Foto: Gema Fernández
G. Ferestradé
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