sábado, 1 de diciembre de 2012

Promesas

En la penumbra solitaria de aquella cama desierta, había vuelto a desear aquella sonrisa de niña tímida e inocente que despejaba cualquier duda. Hubiera dado lo que fuera por retener entre sus manos aquellos mofletes incandescentes de pasión que siempre se comía a besos, que nunca dejaba de morder. Añoraba perderse entre aquellos mechones de pelo y acariciarlos cuando apoyaba su cabeza en su pecho.

Anhelaba aquellos labios que se llenaban de susurros incesantes cada vez que la besaba. Cuando la desnudaba lentamente, la veía convertirse en mujer, una mujer apasionada que le hacía volar a un nuevo mundo. Se habían prometido el cielo y la tierra, amor eterno en vida y más allá de ella, habían puesto nombre a un futuro juntos y en las divagaciones de lo que serían, se perdieron en el presente de lo que eran. Promesas que nunca llegaron, que se disiparon en la niebla de la incertidumbre.

                                                                                                  G.Ferestradé
                                                                                     





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