Y
es que muchas veces nos da miedo mirar a la vida a la cara y preferimos
observarla de reojo, sin enfrentarnos mucho a sus reproches, por si
descubrimos que estamos equivocados y que es mejor cambiar de táctica.
Preferimos vivir creyendo que solo hay una opción posible y que no
teníamos elección. Pero la realidad es que siempre hay una alternativa,
siempre hay un punto de retorno.
Y en ese momento somos un poco más conscientes de que podemos luchar por cambiar las cosas y de que un error no significa inevitablemente que estemos abocados al fracaso, sino más bien nos enseña a abrir aquellas puertas que creíamos que estaban ya cerradas descubriendo cuál era la llave correcta.
Solo es cuestión de práctica aprender a aprovechar el abanico de posibilidades que nos ofrece la vida y darse cuenta de que no está ahí para recordarla ni verla de lejos, sino para disfrutarla al máximo.
G. Ferestradé
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