martes, 16 de octubre de 2012

Invierno

El frío aguardaba a la vuelta de la esquina. Las calles comenzarían a llenarse de abrigos, bufandas y paraguas chocando unos con otros sin cesar, en las aceras empapadas. El invierno siempre volvía. Y siempre me pillaba desprevenida.

No dejaban de recordarme el encanto del chocolate caliente con churros en una recóndita cafetería alejada del bullicio, la reconfortante sensación de una tarde envuelta en aquella manta de lana que cubría hasta el último resquicio de mi piel y el dulce aroma casero de la compañía familiar.

Y, sin embargo, esperaría ansiosa la primavera; el florecer de la vida, el sol en lo alto del cielo, la plenitud de disfrutar al aire libre, la libertad de cerrar los ojos sobre el césped y aspirar su inconfudible olor a esperanza.

Mientras tanto, no iba a desperdiciar un solo minuto del invierno. Me sobrepondría a las lluvias y a las heladas, y saldría ahí fuera con la mejor de mis sonrisas.

                                                                                                 G.Ferestradé 
 

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