Déjame decirte que hoy no habrá karaoke ni mañana postre.
Que el mundo últimamente no es muy amigable. Ya no hay canciones con letra en
pantalla para que cantes. Tan solo ponen la melodía y tú debes encontrar el
ritmo. No hay regalos extra ni chocolate al final de cada hazaña. Cada hazaña requiere
el máximo esfuerzo después del cual hay más esfuerzo. Nada dulce al final. En
vez de ascensores, ahora hay escaleras de caracol, retorcidas y estrechas. En
vez de grandes lámparas, solo hay bombillas fundidas. Y en vez de albornoces
suaves, toallas ásperas y húmedas. Atrás quedaron los baños de espuma. Lo que
se lleva ahora son duchas con el suelo frío. Y los platos de comida caliente
han sido sustituidos por tupper recalentado en el microondas. No, el mundo ya
no es generoso ni agradecido. Ya no hay destellos de cambio, solo nubes de
humo. Y la gente ya no grita para luchar, sino para pedir ayuda. Voces
populistas vendiendo promesas falsas. El pan de cada día. No son tiempos buenos
para quedarse quieto esperando. No son tiempos buenos para creer sin ver. Y
tampoco el mejor momento para que alguien crea en ti y te dé una oportunidad.
Ya no abundan las oportunidades, sino las exigencias. Exhibiciones previas de
valía mientras nos ponen a prueba sin nada a cambio. No es el mejor momento
para los soñadores. Pero ¿Cuándo lo fue? Nadie apoya una idea hasta que se
convierte en realidad y sirve para producir. Producir beneficios. Pero ¿Y si tú
les sacaras ventaja? ¿Y si empezaras a creer en ti antes de que nadie lo haga?
¿Y si apoyaras tus ideas desde el momento en que se crean en tu mente? Porque
no. Es un riesgo valioso y que solo te traerá beneficios. Pero otro tipo de
beneficios. Aquellos que se quedarán contigo el resto de tu vida y te enseñarán
que si quieres, puedes y que adelante nunca fue una palabra en vano.
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